Allá lejos, pasando el pinar, hay un jardincito. La hierba crece en él alta y espesa; allí pueden verse las grandes estrellas blancas de la cicuta, allí el ruiseñor canta toda la noche. Canta toda la noche. La luna de cristal helado deja caer su mirada y el tejo extiende sus brazos de gigante sobre los durmientes.
Allí podré descansar en la blanda tierra oscura mientras las hierbas se balancean al aire, y escuchar el silencio. No tener ni ayer ni mañana. Olvidarse del tiempo y morar en paz.
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